viernes, 21 de diciembre de 2007

Verdad sin reto

En estos días he estado algo renuente a escribir, principalmente por ese ansiedad voraz de cubrir y recubrir el recurrente estilo teenage angst que parece fluir tan natural en mí. Pero ni modo… que fluya, pues.

Poco a poco van desapareciendo las cosas, poco a poco me voy quedando con menos. En un principio supuse que los vacíos se irían llenando solos, pero ahora me siento tranquila simplemente con pensar que es posible vivir en la conformidad de la pérdida.
Nunca había visto a nada morir. Durante algún tiempo escribí acerca de la muerte, pero jamás había escuchado un estertor. Me parecía mejor cuando sólo era una palabra y no el sonido penetrante y forzado en el que se convirtió. Hoy se murió uno de mis perros. Como todo, el dolor es relativo y entiendo que para muchos pueda ser algo sin tanta importancia, pero quien me conozca más a fondo sabrá que he tenido una relación más profunda con mis perros que con la mayoría de las personas a lo largo de mi vida. Llámese patología o simplemente rasgo característico, me da igual. De cualquier manera es algo más que pasó a formar parte de la lista de cosas que ya no son.
Una paralizante apatía toma el lugar de la angustia que me quedé esperando y que jamás llegó. Poco a poco me formo en la interminable fila de la casilla 34, de la casilla 12, de la 72, regreso de nuevo a la interminable fila de gente que tramita el fallecimiento de una posibilidad más y espera la papeleta arrugada que los autoriza a continuar buscando, a continuar perdiendo.
Debo estar en verdad muy distraída porque pierdo constantemente objetos, pierdo tiempo y personas, pierdo ideas que sólo vuelvo a encontrar en la casualidad, que emergen solitarias en la coincidencia. Me encuentro teniendo largas conversaciones con gente que ya no está y con personas que pretenden seguir estando, pero que se fueron desde hace mucho ya. Resultan más gratificantes que las que me ofreció la realidad en su momento.
Poco a poco van desapareciendo las cosas, poco a poco me voy quedando con menos, hasta que finalmente podré levantarme un buen día y decir… ya no hay más, esto es mi vida y nada más.

1 comentario:

Nuria (líquida felicidad) dijo...

Mmmm... sí, poco a poco van desapareciendo las cosas pero no te vas quedando con menos; te vas quedando con la estructura que sostiene todo lo pasajero, te vas quedando ni más ni menos que, efectivamente, con tu vida, ja. Pero siempre es bueno saber que hay gente (poca, muy poca, pero la hay) que se queda amarrada a esa estructura, o tal vez, más bien forma parte de ella. En fin, todo esto para decir que tantos años de amistad no son en vano mi querida chunka y que no pude evitar reír mucho cuando dices que tu relación es más cercana con los perros que con la mayor parte de las personas. Porque cualquiera podría creer que estás exagerando... yo sé que no es así, por eso río, jajaja